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Se pasaron

sábado, 11 de junio de 2011

Viva y muerta

La habitación estaba mas fría de lo habitual, su ausencia se notaba esta mañana más que nuca y las ventanas abiertas dejaban escapar lo poco que quedaba de su aroma.

Su foto estaba arrancada de la pared y la mía junto a ella rota en el suelo.

Aún quedaban señales de la pelea, restos de la discusión en el armario abierto con el hueco de su ropa vacío, pero ni una sola señal del motivo de nuestra guerra.

Mi rimel señalaba el recorrido de mis lágrimas y mis ojos recordaban cada mala palabra que nos gritamos en la noche.

Cogí un cigarro de la pitillera que él me regaló, seguidamente tire la pitillera y me fui al balcón, el odiaba que el olor de mi tabaco inundara la casa. Cuando volví me di cuenta de que encima de la mesa estaba su móvil, ni siquiera podía llamarlo para pedirle perdón, aunque ¿ Por qué yo? ¿Qué había hecho para que todo acabara así? Lo único que recordaba de la pelea era la mezcla de ambos gritos destrozándome y destrozándole.

En el cenicero, una foto nuestra a medio quemar y rota, reconozco que fui yo quien encendió el mechero, pero no quien gritó primero, aunque eso daba igual, él ya no estaba, se acabó, dio el último portazo y se fue, no queda nada, tan solo su móvil para que no le pueda llamar.

Cada vez hacía más frío y ya no podía notar ni un solo centímetro de mi cuerpo. Mis manos heladas se amorantonaban. ¿Qué ocurría en mí?

Fui al servicio en busca de algo de calor en una ducha y el despejar del agua pero en vez de eso no obtuve más que la visión de mi cuerpo golpeado y muerto en la bañera.

Muerta, así me dejó. Ahora el frío de mis hueso cobraba sentido y mi reflejo difuminado empezaba a desaparecer del espejo.

Su última caricia fue un golpe y mi última palabra solo la sabe él.

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